La rehabilitación energética es fundamental para evitar que nuestros edificios sigan siendo un sumidero por donde se escapa la energía. Es una pieza clave para reducir la demanda al mínimo y alcanzar el objetivo de descarbonización de la transición energética. Tener una vivienda eficiente energéticamente no solo reduce la demanda y por tanto el gasto económico de los hogares, sino que también es más respetuoso con el medioambiente, puesto que reduce las emisiones producidas por combustibles fósiles.
Además, supone una palanca de justicia social si incluimos a los colectivos más vulnerables, porque mejoramos radicalmente sus condiciones vitales. Las condiciones de temperatura y humedad de nuestras viviendas inciden de manera directa en nuestra salud y disminuye malestares asociados al frio y al calor, como problemas respiratorios, circulatorios y mentales, entre otros, según reconoce la propia Organización Mundial de la Salud.
Por todo ello, la implementación de medidas de rehabilitación energética en viviendas, en especial aquellas de la población con rentas bajas y medias, debe ser considerada como una prioridad gubernamental, porque se trata de un tema de salud pública que no puede depender del nivel socioeconómico de las personas. En este documento proponemos algunas recomendaciones para el diseño de ayudas que faciliten la consecución de una política de rehabilitación eficaz, justa y accesible.