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Comunicación

La invasión de Ucrania y la dependencia energética

dependencia energética

Por Soledad Montero

Parece que el ser humano ni conoce su historia ni aprende de sus errores, así que está condenado a repetirlos. En pleno siglo XXI es inaudito, increíble y dolorosamente insoportable que sigamos dirimiendo nuestras diferencias de manera violenta; imponiendo nuestras posiciones por la ley del más fuerte, porque el resultado es la destrucción y la muerte. Parece que hemos sido capaces de luchar juntos de manera global en una pandemia, pero ahora, tras la tregua, nos olvidamos de todo y luchamos por una causa, que sea la que sea, trae como consecuencia muerte y sufrimiento, ¿es razonable actuar así a día de hoy?

¿Qué está ocurriendo?

La dependencia energética en Europa es ahora mismo nuestra mayor debilidad. Y el problema va en aumento, por el carácter sistémico del precio de la energía, que acaba repercutiendo en el precio de productos básicos y servicios necesarios, por lo que nos preocupa el incremento en la vulnerabilidad de los consumidores.

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Desde el pasado mes de mayo, pronto hará un año que estamos sufriendo las subidas del precio de la luz; dejamos atrás unos precios medios entre 25 ~ 45 €/MWh y ya a finales de julio nos parecía inaudito que alcanzásemos los 100 euros MWh.

 

 

Pero los precios no parecen haber alcanzado techo, y hoy alcanzamos un nuevo récord con un precio de más de 400 euros MWh

 

Es precisa la aceleración y expansión del despliegue renovable y la gestión de la demanda que permitan una mayor flexibilidad del sistema de energía de bajas emisiones. La propia Agencia Internacional de la Energía ha remitido un “plan de 10 puntos para reducir la dependencia de la Unión Europea del gas natural ruso” que permitiría reducir al menos en un tercio nuestra dependencia y al mismo tiempo reducir emisiones.

Nuestra estructura para la fijación de precios se ha quedado obsoleta, eso está claro. En plena transición energética para desplazar el uso de energías fósiles para la producción de energía por otras alternativas renovables, que nos permitan mantener los avances sociales alcanzados sin comprometer nuestra vida futura en el planeta, seguimos manteniendo unas reglas que no fueron diseñadas para el mix energético actual. Como vemos esta reglamentación no está permitiendo un funcionamiento adecuado del mercado, es más, distorsiona negativamente el resultado de los precios, permitiendo añadir unos beneficios extraordinarios a tecnologías que no lo necesitan para su sostenibilidad, en lugar de transferirlos a otras necesidades más acuciantes como serían las inversiones en nuevas centrales con tecnología renovable que sustituyan la necesidad del gas de importación, además de una mayor infraestructura que permita mayor fluidez de las interconexiones europeas.