Nuestro planeta ha pasado en 10 000 años de unos ocho millones de personas a siete mil millones. Podríamos convivir perfectamente si lo hiciéramos de una forma sostenible. Pero llevamos demasiado tiempo “explotando” el planeta; las, ya no tan nuevas, tecnologías nos han precipitado a una actividad que aumenta en progresión geométrica y a una velocidad cada vez mayor.
Desde hace ya tiempo los ecologistas nos han ido advirtiendo sobre las amenazas a la atmósfera, al aire de las ciudades, a los suelos, al agua (subterránea, ríos, mares) y siempre han tenido razón. La capa de ozono, las emisiones de CO2 y Cambio Climático, la pérdida de biodiversidad u sus consecuencias, los residuos de todo tipo… el tiempo les ha dado la razón.
«En un planeta limitado, las dinámicas de crecimiento exponencial (población y producto per cápita) no son sostenibles»
Los límites al crecimiento (The Limits to Growth)
Informe encargado al MIT por el Club de Roma en 1972 antes de la primera crisis del petróleo. La autora fue Donnella Meadows (+ 17 colaboradores), biofísica y científica ambiental, especializada en dinámica de sistemas.
Conclusión: Si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos cien años.
En 1987 la ONU trabajó una comisión encabezada por la doctora Gro Harlem Brundtland -primera ministra de Noruega – en un informe que se llamó Nuestro Futuro Común (Our Common Future). En él se utilizó por primera vez el término desarrollo sostenible definido como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. Marcó un hito incorporando al concepto de sostenibilidad, principalmente ecológica, el contexto económico y social del desarrollo.
¿No está claro que todo lo que se extrae, se cultiva, se fabrica o se transporta es para que alguien lo compre o lo utilice? Cambiar nuestra forma de consumir, por tanto, es la única forma de cambiar esta tendencia que nos lleva al lo que ya se llama el colapso civilizatorio. A partir de 2008 ya la mitad de la población habita en ciudades y ese es el reto para un futuro mejor ¿cómo nos organizamos?
¿Cómo plantear al ciudadan@ de principios del siglo XXI que nuestro impacto ambiental como consumidores determinará de forma directa a cómo vivirán, trabajarán, enfermarán y se alimentarán nuestros hijos y nietos y bisnietos?
Estamos ante el mayor reto que se ha encontrado el ser humano, pero en la era del individualismo las decisiones que nos ayudarán a encontrar un nuevo modelo sostenible de estilo de vida es a partir de trabajar en el bien común, en planteamientos colectivos; serán los únicos con futuro.